Las iniciativas de desarrollo sostenible marcadas por gobiernos y organismos internacionales crearán nuevos puestos de trabajo, pero el cumplimiento de dichos objetivos ya sufre retrasos
A punto de echar el cierre a la segunda década de este siglo, gran parte de la sociedad es en mayor o menor medida consciente de la emergencia climática que amenaza el futuro de nuestro planeta. El calentamiento global y el agotamiento de los recursos naturales hacen ya imprescindible adoptar un nuevo sistema de producción y consumo que garantice su sostenibilidad, porque “hemos vivido y consumido como si los recursos fueran infinitos, y nuestro planeta pudiera absorber todo lo que no necesitamos. Pero ahora empezamos a ser conscientes de que no es así”, sostiene Alex Dakov, responsable en España de la ONG Oceanic Global y conferenciante de Thinking Heads. Iniciativas como la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas; el Acuerdo de París, para limitar el aumento de la temperatura global; y los compromisos de la Unión Europea para conseguir una Unión climáticamente neutra para 2050 suponen no solo pasos importantes en ese sentido, sino también nuevas oportunidades laborales en ese proceso de transición hacia una economía más sostenible.
Hace tan solo 10 años, los impulsores de políticas sostenibles eran una minoría; y por ello, desde ese punto de vista, se ha evolucionado mucho desde entonces. El problema es que, teniendo en cuenta los plazos marcados por los propios países, el cumplimiento de dichos objetivos ya va con retraso: “Si la consecución de los ODS ya era un reto en sí, ahora hay que sumar que las políticas y sus efectos están tardando en notarse o son insuficientes”, afirma Isabela del Alcázar, directora global de sostenibilidad en IE University. “La situación actual nos está demostrando la fragilidad de nuestro mundo y los sistemas y valores en los que nos apoyamos. El acceso a la educación y a la sanidad de calidad para todos, que creíamos una realidad en nuestro país, no es tal. Esta pandemia está acrecentando las desigualdades sociales aún más, y eso es aún más patente en los países menos desarrollados”. El indicador de riesgo de pobreza y exclusión social, elaborado con datos del Instituto Nacional de Estadística, revela una tendencia de mayor empobrecimiento de la población.
Las estrategias de economía circular, claves
Para muchos, el futuro pasa por sustituir la economía lineal, basada en un consumo cada vez mayor (extraer, producir, consumir y tirar) por otra circular, centrada en la reutilización de los recursos presentes en los residuos; un campo en el que cada vez hay un mayor número de oportunidades laborales. “Apostar estratégicamente por la economía circular significa buscar un componente ambiental, de valorización y reciclaje de residuos y subproductos en nuevos productos y materias primas”, explica Lucía Vázquez, directora ejecutiva del Centro Tecnológico de Investigación Multisectorial (CETIM), en A Coruña. Las posibilidades, apunta Dakov, son infinitas: “Desde las que pasan por la innovación (diseño industrial de nuevos productos, búsqueda de materiales, creación de nuevas materias primas…) a las que pasan por el consumo y el tratamiento de los residuos, con sistemas de recuperación, reciclado y, sobre todo, upcycling, donde se crea un valor mayor a un objeto que el que tuvo en un principio”.
En esa transición hacia un modelo verde, el papel de la ciudadanía es incluso más importante que el de los gobiernos: “Muchas veces creemos que estamos en la base, y que somos la consecuencia de lo que los gobiernos deciden o de lo que empresas producen, pero en realidad somos nosotros los que dirigimos el timón de este barco. Nuestras acciones y decisiones de cada día son las que les fuerzan a tomar una u otra dirección”, sentencia Dakov. “Las empresas producen lo que consumimos. No hay más secreto. Los plásticos de un solo uso se venden porque los compramos”.
Frente a la escasez de recursos y materias primas, se trata de “poner en marcha acciones orientadas a la mejora medioambiental y la sostenibilidad, la prolongación de la vida útil de los productos y los programas de prevención de residuos”, esgrime Álvaro Simón, presidente de la Asociación Nacional de Centros Europeos de Empresa e Innovación (ANCES). Por ello, y dentro del programa Horizonte Europa 2021-2027 de la Unión Europea, se pondrá en marcha un acuerdo verde que pretende focalizar los fondos europeos destinados a las regiones a financiar inversiones en acciones de economía sostenible y generación de energía verde. Aunque la cantidad de empleos que pueda generarse es difícil de predecir, dependerá en de las políticas públicas de apoyo y, sobre todo, “de los agentes económicos privados, que cada vez son más conscientes de la necesidad de incorporar las citadas acciones para la supervivencia del modelo de negocio”, añade.
La economía circular, recuerda Vázquez, es una necesidad transversal que afecta a todos los sectores, desde el agroalimentario al de la automoción, la construcción o el tratamiento de aguas. Y eso hace que se necesiten todo tipo de perfiles técnicos, “en especial, químicos e ingenieros químicos, biotecnólogos, biólogos, ingenieros industriales, electrónicos e informáticos para el desarrollo y operación de tecnologías y procesos de recuperación y revalorización de residuos y subproductos”. El ámbito de la investigación ofrece numerosas posibilidades, y por eso el 90 % de los proyectos de CETIM están vinculados a la sostenibilidad, la bioeconomía y la economía circular. Entre 2012 y 2018, el empleo ligado a la economía circular en la UE creció un 5%, hasta alcanzar unos cuatro millones de puestos de trabajo; y en España se pretenden crear, hasta 2030, “120.000 empleos de calidad y estables” en ámbitos relacionados con el reciclaje y la reutilización de materias primas, residuos o agua, entre otros sectores.
El crecimiento de las energías renovables
En el segundo trimestre de 2020, la suma de las diferentes fuentes de energías renovables (hidroeléctrica, biomasa, eólica y solar) alcanzó una media del 43 % del mix energético en la Unión Europea, un 6 % más que en el mismo periodo del año anterior. Un dato que destaca frente al 24 % de cuota que estas energías alcanzan en el mercado estadounidense o chino, y al 28 % de la India. Según los últimos datos de la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA, por sus siglas en inglés), en 2019 había ya 11,5 millones de personas trabajando en el campo de la energía renovable en todo el mundo (un 63 % en Asia). Técnicos de proyectos en energías renovables, especialistas en operación y mantenimiento, ingenieros de diseño, project managers o técnicos comerciales de los que 3,8 millones se sitúan en el sector solar fotovoltaico, 2,5 millones en el sector de biocombustibles líquidos, cerca de dos en centrales hidroeléctricas y 1,17 en el sector eólico.
Una oferta de trabajo que ha venido creciendo a lo largo de los últimos años, sobre todo en lo que respecta a perfiles cualificados y técnicos, y que a la vez supone “una oportunidad para volver a traer ese talento que se marchó en su día y que tenemos fuera de España”, apunta Vivian Arriarán, consultora gerente de Energía e Ingeniería en Michael Page: ingenieros, ingenieros industriales, especialistas en medioambiente (para los estudios de impacto ambiental), profesionales con experiencia en energías renovables y, muy especialmente, aquellos con una visión más amplia, de gestión de proyectos, para garantizar que sean rentables y viables económicamente.
Los expertos en PPAs (contratos de suministro de energía a largo plazo) son cada vez más demandados: “Es un perfil que no es muy habitual, que cuesta mucho encontrar, cuyo rol es una mezcla entre financiero y legal, que tiene que responder a la negociación y que se sitúa entre los productores y consumidores, para garantizar ese suministro de energía, con un precio ya fijado en un tiempo determinado, que suele ser de varios años”, explica. Con las nuevas tecnologías, los perfiles que se busquen serán también de tipo tecnológico, con conocimiento de inteligencia artificial y de gestión y análisis de grandes bases de datos, para que tanto empresas como usuarios puedan hacer un uso más eficiente de la energía que se vaya generando.
“El sector privado sabe que la descarbonización puede ser cara, pero ignorar el cambio climático tendrá a la larga un coste mayor, y por ello las organizaciones deben incorporar perfiles con este tipo de capacidad transformativa”, añade Alcázar. IE celebra esta semana la primera edición de su Semana de la Sostenibilidad, para reflexionar y debatir sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas a través de exposiciones, conferencias, foros y debates online. “La escasez de materias primas, y los impuestos al consumo de las mismas que sin duda van a ver la luz en los próximos años, van a provocar un cambio radical en el modelo productivo que conocemos”, empujando hacia un modelo circular en el que también se afronten, por ejemplo, aspectos como el desperdicio alimentario, ya que se considera que el 20 % de los alimentos que se producen son desechados.
“España es un referente en cuanto a energía renovable en el mundo, así ese conocimiento, ese saber hacer, puede también aprovecharse para llevarlo a otros países donde la energía renovable todavía no está tan desarrollada, o tienen una necesidad importante de este tipo de proyectos”, argumenta Arriarán: Latinoamérica, Estados Unidos, Australia y, por supuesto, Europa. “Se buscan perfiles con una cierta disponibilidad a desplazarse, y los conocimientos de idiomas y las habilidades blandas son también importantes, para llevar a cabo un proyecto en un territorio que no es el tuyo”.
El papel de la logística
Según los últimos informes especializados, se espera que, hacia 2050, alrededor del 70 % de la población mundial viva y trabaje en grandes áreas urbanas. Ello hará que “se enfrenten a una serie de problemas crecientes respecto al diseño y capacidad de utilización de las diferentes infraestructuras de servicios urbanos, como son los casos del transporte, la logística y la distribución del agua”, ilustra Marta Serrano, directora del grado en Transporte y Logística de la Universidad Camilo José Cela. “Ello, unido al auge del comercio electrónico (por el impacto que sus entregas generan) y a la actual dependencia de los combustibles fósiles, exigen soluciones innovadoras para conseguir una armonía ciudadana sostenible” en el que la logística juega un papel clave, posibilitando a su vez la aparición de una gran variedad de oportunidades laborales relacionadas con las operaciones internacionales y las soluciones logísticas.
El 27 % de las emisiones totales brutas de gases de efecto invernadero corresponde al transporte, seguido de la industria (20 %) y la generación de electricidad (18 %), según datos de 2018. Por eso, y para conseguir una mayor eficiencia y sostenibilidad, Serrano apunta a un fortalecimiento del transporte ferroviario. “De hecho, los corredores atlántico y mediterráneo se enmarcan como una iniciativa europea para organizar un sistema competitivo de transporte de mercancías. Son elementos de planificación que garantizan la cohesión territorial”.
Por otro lado, el crecimiento del comercio electrónico ha posibilitado el desarrollo de sistemas informáticos de vanguardia, que permiten gestionar diferentes proveedores y minimizar los riesgos, “mantienen las comunicaciones en tiempo real, digitalizan los flujos de información relacionados con los envíos e incluso la gestión de las operaciones más complicadas”, cuenta Serrano. “La integración de datos procedentes de la interconexión con el Internet de las cosas permite también incorporar horarios, datos de tráfico, condiciones ambientales, personalización de pedidos, el manejo de diferentes tipos de mercancías o especificaciones de la carga”.